martes, 27 de enero de 2015

EL DESPERTAR


Mientras mi visión no fuera absolutamente clara con respecto a las cuatro nobles verdades que ennoblecen, no podía pretender haber llegado a un despertar auténtico... -BUDA

El despertar NO es la revelación. En la diferencia que las separa se expresa a su vez la línea tajante que divide las tradiciones espirituales de oriente y occidente. la revelación actúa desde fuera y se le impone al SER de un modo perentorio. San Agustín recibió la revelación de la palabra divina que lo invitaba a leer las escrituras. Tolle lege, "toma y lee". San Agustín leyó y luego se convirtió. Se trata de un relámpago, de un acontecimiento. El despertar en cambio, es un proceso que desencadena en un relámpago. La revelación procede desde el exterior, el despertar, en cambio, procede desde el interior, del fondo de la existencia. La revelación irrumpe; el despertar, transforma. La verdad revelada es siempre coercitiva, no es dialéctica, es universal, una para todos, depende de las palabras, no está sujeta a demostración alguna, y su enunciación es su propia prueba. El despertar, que conduce a la iluminación, procede del desapego, se mezcla con la vida misma para fluir con ella en una dialéctica interminable transformándose a cada paso, a cada movimiento. El despertar no requiere de las palabras, las trasciende y ocurre sólo cuando las palabras han enmudecido o callado.

Al hombre le fue revelada la palabra divina y se obnubiló por ella.

BUDA en cambio, despertó.

De "Jung y Osho, en torno a la existencia", por Guido Tavani.

La Red de Indra


La RED de INDRA


Una metáfora de tal interpenetración cósmica y de la falta de autopresencia la encontramos en el Sutra Avatamsaka del budismo mahayana: la Red de Indra. Muy lejos, en la morada celeste del gran dios Indra, hay una red maravillosa que ha sido colgada por algún ingenioso artífice de un modo tal que se extiende indefinidamente en todas las direcciones. De acuerdo con los extravagantes gustos de las deidades, el artífice ha colgado una joya brillante en cada “ojo” de la red, y como la red es infinita en todas las direcciones, las joyas son infinitas en número. Allí cuelgan las joyas, brillando como estrellas de primera magnitud, en una maravillosa vista para contemplar. Si ahora elegimos arbitrariamente una de estas joyas para su inspección y la miramos de cerca, descubriremos que en su pulida superficie se reflejan todas las otras joyas de la red, infinitas en número. No sólo eso, sino que cada una de las joyas reflejadas en esta joya refleja a su vez todas las demás joyas, de suerte que se está produciendo un proceso de reflexión infinito.